8. Pacto Ulate – Figueres
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Por esos días surgió una crisis dentro de las filas oposicionistas, casi a las puertas de que José Figueres se hiciera cargo de la conducción del país. Hela aquí: un pueblo concurrió a las urnas electorales y había escogido Presidente al señor Otilio Ulate Blanco, quien a su vez, como queda dicho, fue seleccionado en Convención Nacional.
Por otro lado, la revolución armada y civil fue un vigoroso movimiento creado para hacer respetar la opinión de los electores que concurrieron a las elecciones del 8 de febrero de 1948.
Entre los ingredientes del proceso político que venía en marcha desde 1942 había nuevos planteamientos económicos, sociales y educativos, enarbolados por el Partido Social Demócrata e incluso por la proclama del Ejército de Liberación Nacional.
El régimen constitucional estaba roto al desconocer el régimen constituido. ¿Cómo salir del callejón? ¿A dónde se iba a colocar al Presidente Electo en el ordenamiento de la política y del gobierno inmediato? Una alternativa era condonar la elección del señor Ulate, instaurar un gobierno de facto, llamar a Constituyente y luego a nuevas elecciones presidenciales. Otra, aprobar el funcionamiento de un gobierno de facto por un tiempo determinado, convocar a Constituyente; y luego, con marco jurídico constitucional, llamar al Presidente electo para que rigiese los destinos de Costa Rica durante cuatro años período para el cual lo escogió el pueblo. Muchos rumores corrieron en esos días; cada cual agregaba un poquito de salsa a la comida. Las mujeres hicieron un desfile con banderas blancas por las calles de San José en apoyo de los derechos otorgados por el pueblo al señor Ulate. Al fin, se firmó el llamado convenio Ulate-Figueres, por medio del cual al país lo gobernaría una Junta durante 18 meses, a partir del 8 de mayo de 1948 y terminaría el 8 de noviembre de 1949. Además, se convocaría a elecciones para Constituyente y regularizaría así la vida institucional de Costa Rica.
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