El Frente Norte

ENCARCELAMIENTO


Las últimas instrucciones que me giró el comandante Orlich fueron las siguientes: a) Organizar la incomunicación de San Ramón con el resto del país que consistía en el corte del fluído eléctrico, el de telégrafo, teléfono y suspensión del servicio de agua. b) Distribución de algunas armas y coctails Molotov que habían sido preparados anticipadamente c) Confección de un croquis de la ciudad de San Ramón que sirviera de guía para el ataque que se avecinaba. Este punto fue cumplido ahí mismo, pues con una hoja de papel y un lápiz y sobre un banco de carpintería lo confeccioné, indicando en él los lugares donde estaban escondidas las armas y las bombas, así como la ubicación de los edificios principales y las calles de mejor acceso para el ataque a los mismos. En dicho croquis se destacaba la ubicación del Palacio Municipal, centro de estacionamiento de la policía, el Mercado, la Iglesia Parroquial, Parque, la casa que hacía de cuartel al Resguardo Fiscal, etc.

En cuanto al punto a) comisioné a Eduardo Soto, quien buscó a su vez a dos ayudantes. El trabajo de Soto consistió en la interrupción del servicio eléctrico en San Pedro, lo que logró lanzando un cable sobre las líneas conductoras de la planta de San Pedro hacia la ciudad de San Ramón. La operación resultó exitosa. Para el punto b) comisioné a Kermith Salas Bermúdez, quien igualmente, con dos ayudantes cortó el cable del teléfono a la altura de San Isidro. Esta operación resultó muy simple y fue lograda a perfección por el señor Salas, ya fallecido. Para el tercer punto, delegué funciones en Carlos García Flores, quien también escogió de su entera confianza a dos ayudantes. El corte del teléfono fue logrado fácilmente, pues el tendido del cable era a poca altura y sobre postes naturales. La suspensión del servicio de agua fue encomendada a Abelino Campos Sancho, que era el empleado municipal que atendía tal servicio.

De esta manera San Ramón quedó a oscuras, sin teléfono ni telégrafo y sin agua. Había sido cumplido el plan prescrito y ordenado por el comandante Orlich. En cuanto a las armas, que consistían en un lote de revólveres y dos rifles de cacería, el propio don Chico se encargó de comisionar a soldados de su confianza para que las recogieran e hicieran uso de ella; pero esta parte fracasó ya que los hombres encargados fueron omisos en la comisión. Las bombas en cantidad de cincuenta y siete estaban distribuidas como sigue: veintisiete en la cerca de la casa, colindante con Rogelio Valverde y que pertenecía don Gregorio -Lolo- Miranda, situada al costado sur de la Iglesia Parroquial; veintitrés en la casa de Rafael Carrillo Castro, situada donde estaba la estación de buses de Mora. Las restantes diecisiete bombas se encontraban escondidas en casa de Berta Núñez, tía mía. Dichas bombas fueron fabricadas en la casa de mi madre, Doña Digna Núñez y colaboraron Wálter Cambronero Muñoz, Jorge Mora Bustamante, Humberto Mora Cambronero, quien obsequió la gasolina y el diesel.

En horas de la mañana del once de marzo, acababa yo de llegar de La Paz, cuando cayó en casa de mi tía Berta una patrulla del Resguardo Fiscal, jefeada por el Sargento Azarías Salas Cabezas, acompañado de los guardas Ramón Leitón Méndez, Rafael Rodríguez Cambronero y un miembro del grupo de muelleros de Puntarenas, que prestaba servicio en este lugar. Al preguntar el sargento Salas, quién era el dueño de la casa y responder mi tía Berta que ella era la dueña, procedió a su arresto, obligándome yo a responder por ella, siendo detenido en el acto y conducido al Palacio Municipal, donde fui puesto a la orden del Juez Penal de San Ramón, Lic. Miguel Pacheco Brown.

El resto de las bombas no fueron utilizadas por la omisión de los soldados rebeldes, encargados por don Chico y que no cumplieron su cometido.

Como ya quedó dicho, el que esto escribe, fue detenido. Al principio no me importó el hecho, porque según el comandante Orlich, yo no debía prestar resistencia y porque él comisionaría a un contingente para que me liberara de la cárcel. Por informes que tuve depués, ese encargo fue dado por don Chico a José Angel del Barco. Así las cosas, al día siguiente, doce de marzo, fui conducido al jusgado a rendir declaración en la causa penal que había sido establecida, según el criterio del señor Juez, por los delitos de estrago e incendio, dada la poderosa carga de las bombas. Permanecí incomunicado en la cárcel de San Ramón, por todo el día, hasta que se produjo el ataque de las patrullas del Frente Norte a San Ramón. Gracias a que el Alcaide de Cárcel, Alonso -Pancho- Mora Rojas, era como un hermano mío, me permitió presenciar desde la acera de la Cárcel, situada donde está ahora el edificio del SNAA, el ataque que llevaban a cabo las fuerzas del Frente Norte contra la plaza de San Ramón.

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