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Hechos militares y políticos

ABRIL DE 1948 – FUERZAS NICARAGÜENSES INVADEN EL TERRITORIO NACIONAL

Durante los días en que se llevaban a cabo las conversaciones en la Embajada de México para conseguir el restablecimiento de la paz en el país, sucedió algo verdaderamente grave como fue la invasión del territorio nacional por fuerzas militares nicaragüenses.

Anastasio Somoza, director en ese tiempo de la guardia nacional de Nicaragua y árbitro de los destinos de ese país, con noticia de que en las filas revolucionarias se encontraban individuos de países vecinos, y también algunos nicaragüenses, a todos los cuales consideraba como peligrosos guerrilleros y enemigos políticos y personales suyos, imaginó que columnas dirigidas por dichos elementos podían ingresar en territorio nicaragüense, máxime tomando en cuenta la debilidad militar del gobierno de Costa Rica. Estaba convencido, además, de que debido a la crítica situación porque atravesaba nuestro país, los comunistas habían aprovechado la oportunidad para armarse, lo cual entrañaba un peligro muy grande no solo para Costa Rica sino también para Nicaragua. Cuando supo la noticia de la caída de Cartago y de Puerto Limón, Somoza se reafirmó en su opinión de que el gobierno de don Teodoro Picado no tenía ninguna capacidad para dominar a los revolucionarios y que tampoco podía imponerse a los comunistas. Así fue como dispuso atentatoriamente intervenir en forma directa en los asuntos de Costa Rica para solucionar esos problemas; sin embargo, para cubrir las apariencias, se propuso que fuese el gobierno costarricense el que le solicitase su ayuda e intervención.

En esos momentos llegó a Managua don Francisco Calderón Guardia, quien después de conversar con el general Somoza, aceptó traer al presidente Picado ciertas propuestas. Don Paco vendría en un avión militar nicaragüense el cual aterrizaría en La Chacarita, aeropuerto de Puntarenas, en vista de que el de La Sabana, en San José, estaba custodiado por fuerzas vanguardistas o comunistas. Era el 16 de abril, y Somoza mismo solicitó al presidente Picado que acudiese en compañía del doctor Calderón Guardia a recibir a su delegado. Copiamos aquí lo que al respecto manifestó un tiempo después el jefe del partido Vanguardia Popular, don Manuel Mora Valverde: «En momentos en que se desarrollaban esas conversaciones en la Embajada de México, me llegó la noticia de que el presidente Picado y el doctor Calderón Guardia habían ordenado preparar un avión en el que se proponían viajar ambos a Puntarenas. Los compañeros encargados de la vigencia del aeropuerto no habían permitido que el avión despegara. El presidente Picado me buscó luego y me dijo que ni el doctor Calderón ni él estaban pensando en salir del país; que iban a Puntarenas a esperar la llegada de una persona que había salido en busca de armas. Al mismo tiempo me invitó el presidente a que los acompañara en el viaje. Yo acepté y me trasladé al aeropuerto. En el avión se embarcaron además algunos miliares entre los que recuerdo al señor Fernández Piza. Nuestro avión aterrizó en La Chacarita, donde nos esperaban las autoridades del lugar. Allí me explicó el doctor Calderón Guardia que el avión que esperaban venía de Nicaragua y que la persona que llegaría en ese avión era don Francisco Calderón Guardia. Efectivamente, un rato después llegó el avión. Era un bombardero del ejército nicaragüense. En cuanto el avión se detuvo, el presidente Picado, el doctor Calderón Guardia y yo nos dirigimos a él. A cierta distancia de nosotros, venían también los militares. Se abrió la portezuela y bajo don Francisco quien se sorprendió de encontrarme a mí junto con el doctor Calderón Guardia y don Teodoro Picado esperándolo. Sin mucho preámbulo, don Francisco informó sobre el resultado de su gestión. El presidente Somoza ofrecía mil hombres armados para que el gobierno derrotara a Figueres. Pero al mismo tiempo exigía que el presidente Picado le solicitara la ayuda, por medio de una carta. Pregunté entonces a don Francisco si lo que Somoza ofrecía era la guardia nacional y don Francisco me respondió que así era. El presidente Picado nos pidió nuestro criterio al doctor Calderón y a mi. Yo lo di sin vacilaciones porque al respecta mi Partido tenía una línea muy clara. Nosotros necesitábamos armas y no hombres, porque hombres teníamos en abundancia. Dije eso y agregué que los comunistas consideraríamos una ofensa a la patria que se le permitiera al general Somoza intervenir en nuestro país. El doctor Calderón Guardia se manifestó de acuerdo conmigo. Entonces el presidente declaró terminada la negociación y rechazada la oferta de Somoza…»

El licenciado Mora Valverde dice que don Francisco Calderón Guardia le pidió que se apartaran los dos del grupo, y que entonces lo enteró de que en el plan de Somoza estaba no solamente aplastar a Figueres, sino que también había el propósito de aplastar a los comunistas, y agrega: «De todo esto, deduje yo que era realmente Somoza el que había gestionado estas negociaciones que se produjeron después de la capitulación aprovechando la inconformidad del doctor Calderón Guardia». Don Manuel dice que luego tuvo que regresarse a San José, y que las demás personas se quedaron en aquel lugar.

Don Francisco Calderón Guardia, continuamos nosotros, manifestó entonces que el gobierno de Nicaragua exigía al de Costa Rica el resguardo de la frontera para impedir que algún grupo pudiese entrar a territorio nicaragüense. El presidente Picado declaró que su gobierno no estaba en capacidad de vigilar los puntos fronterizos en esos momentos en que tenía problemas tan serios en el centro del país. Somoza estaba bien enterado de esto, y como estaba decidido a hacerlo por su propia cuenta, insistía según don Paco en que el gobierno costarricense le solicitase su ayuda. Al final, convencido el Presidente Picado de que únicamente se trataba de resguardar los puntos de la frontera, accedió a firmar el siguiente documento que redactó allí mismo:

«Teodoro Picado, presidente Constitucional de Costa Rica. A quienes las presentes letras leyesen. Salud: Por medio de ellas confiere poder amplio y bastante, en calidad de Agente Confidencial acreditado ante el gobierno de Nicaragua, a don Francisco Calderón Guardia quien puede tratar con dicho gobierno, con la misma amplitud con que lo haría el poderdante, pudiendo, desde luego solicitar la cooperación del referido gobierno a fin de pacificar el país. Dado en Puntarenas, a los dieciséis días del mes de abril de mil novecientos cuarenta y ocho. Teodoro Picado». Don Mario Fernández Piza, quien acompañaba al presidente en calidad de Jefe del Estado Mayor, y por cuanto no había presente ningún funcionario oficial, puso también su firma en ese documento.

En la Embajada de México continuaban celebrándose las reuniones para buscar una fórmula satisfactoria. El embajador de los Estados Unidos en Costa Rica, Mr. Nathaniel P. Davis, quien participaba en esas conversaciones, informó a la Secretaría de Estado, en Washington, así: «Nosotros (se refería a los diplomáticos) conocíamos que el presidente, el doctor Calderón Guardia y Manuel Mora habían tenido el día anterior una reunión con representantes del general Somoza y temíamos que se produjera una interrupción en las negociaciones y se reanudaran las batallas, ya que la ayuda de la guardia nacional de Nicaragua para el gobierno era inminente… Mientras nos encontrábamos reunidos en la tarde, apareció Mora… Al tener la oportunidad de encontrarnos a todos los presentes, dijo que tenia noticia de la amenaza que representaba la nueva actitud de Nicaragua. Que les había mandado a decir a Picado y a Calderón que si eso ocurriera él uniría sus armas a las de Figueres para defender a Costa Rica. Dijo que Calderón había sido tentado por la sugestión de Paco Calderón de aceptar la ayuda de Somoza pero que aún se encontraba dudoso de hacerlo. Mora expresó la creencia de que la situación se resolvería pronto gracias a un arreglo aceptado por todas las partes excepto Calderón, pero éste cedería luego y terminaría por no llamar a Somoza«.

En el mismo avión militar que lo había traído se regresó a Nicaragua don Francisco Calderón Guardia, y allí, él y don Vicente Urcuyo, nuestro ministro en aquel país y pariente político muy cercano de la familia Somoza, redactaron una carta para el presidente de Nicaragua en la que, extralimitándose en los poderes que tenían, autorizaban al gobierno nicaragüense para que «ocupase los lugares que creyese convenientes del territorio de Costa Rica»; además hacían al mismo tiempo algunas afirmaciones totalmente falsas como la de que nuestro gobierno tenía «pleno conocimiento» de que columnas revolucionarias se dirigían hacia la frontera para invadir Nicaragua. El texto de esa carta es el siguiente: Los abajo suscritos, el primero como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Costa Rica ante vuestro gobierno, y el segundo como Delegado y Agente Confidencial del Excmo. Sr. presidente de Costa Rica Lic. Teodoro Picado, conforme credencial que se acompaña, nos permitimos comunicar a V.E. que el gobierno de Costa Rica, debido a la critica situación política y militar porque atraviesa en los actuales momentos, se encuentra imposibilitado para complacer el pedimento de vuestra excelencia de resguardar la frontera con Nicaragua, y, en consecuencia, facultados por el señor presidente Picado, autorizamos al gobierno de Nicaragua para que ocupe los lugares que crea convenientes en el territorio de Costa Rica, con el objeto de resguardar la frontera de vuestro país y evitar cualquier penetración de las fuerzas revolucionarias costarricenses, al territorio nicaragüense. El gobierno de Costa Rica que preside el licenciado Picado, tiene pleno conocimiento de que columnas de esa revolución, integradas en su mayoría por individuos guatemaltecos y miembros de la oposición de Honduras, El Salvador, República Dominicana y otros mercenarios, se dirigen a la frontera de Nicaragua con el deliberado propósito de invadir a esta República, ensangrentándola como lo han hecho, con la ayuda económica y bélica de ciertos gobiernos extranjeros, con nuestro país; razón por la cual el gobierno de Costa Rica, deseando evitar futuros males para la hermana nación de Nicaragua, y de que el actual estado bélico de nuestra patria se convierta en una guerra centroamericana, como es el propósito de los directores de esa revolución, autorizamos amplia y plenamente al gobierno del V.E. para que, en la forma que lo estime conveniente proceda en territorio de Costa Rica a resguardar la frontera divisoria con Nicaragua.

Con esta carta en su bolsillo, Anastasio Somoza procedió inmediatamente a enviar tropas a Costa Rica, las cuales ocuparon tres puntos del territorio nacional, a saber: La Cruz, Los Chiles y Villa Quesada (hoy ciudad). Según Somoza estas fuerzas ascendían en número a trescientos guardias nacionales, pero Mr. Bernbaum, representante diplomático norteamericano en Nicaragua, informó a su gobierno que, a su juicio, había quizá unos doscientos soldados en La Cruz, otros doscientos en Los Chiles, y aproximadamente unos dos mil en la frontera.

Al conocer la noticia de la invasión el presidente Picado, ante el cuerpo diplomático y luego también ante muchas otras personas, la condenó enérgicamente. El periodista don Adolfo Herrera García en una de sus publicaciones dice que don Teodoro Picado afirmó bajo juramento que él nunca pidió esa intervención. Y nosotros creemos en la absoluta sinceridad de las palabras de don Teodoro porque nos consta su inmensa devoción hacia las cosas de la patria. Una figura de primera línea en los sucesos de 1948, el padre Benjamín Núnez, haciendo alarde de su nobleza y espíritu de justicia, emitió estos conceptos al referirse a la actuación conciliadora que mostró el licenciado Picado: Yo creo que don Teodoro era un hombre bueno; desgraciadamente las circunstancias y los hombres que lo rodearon lo indujeron a hacer cosas que la historia deberá juzgar y que en aquel entonces repudiamos muchos costarricenses. Don Teodoro en el fondo era patriota; en el fondo quería ayudar a Costa Rica; sabía, como historiador que era, la responsabilidad histórica que tenía entre sus manos y en aquel momento quiso actuar con toda la altura de un hombre de letras, de un hombre conocedor de la historia, y como un ciudadano que quería terminar, por lo menos en sus últimos gestos, con actos que fueran juzgados favorablemente por la historia… Don Teodoro quería únicamente salvar a la patria, salvar la República, y es una cosa que hay que repetir, y ojalá algún día yo pueda escribirlo más claramente con mi misma firma, de que esto es lo que don Teodoro en aquel momento quería: salvar la patria. Desde luego tenía interés en salvar la patria, en lo que significa salvar las instituciones, la continuidad de la República…» Y más adelante, ante la pregunta de quién fue el que pidió la intervención, el padre Núñez agrega: «Es posible pensar, y yo me inclino a pensar ante la tumba de Teodoro Picado, que Teodoro Picado no la solicitó, pero que sí la pidiera Calderón Guardia.

Al repudiar esa invasión, el presidente Picado suscribió el 18 de abril en la mañana la siguiente declaratoria que entregó personalmente a los miembros del cuerpo diplomático.

El presidente de la República declara categóricamente que en ningún caso ha autorizado al de Nicaragua para que invada territorio costarricense. Que el único pedimento que ha hecho al gobierno de Nicaragua es el de que resguarde la frontera, de acuerdo con las prácticas de reciprocidad establecidas y en cumplimiento de sus deberes de neutralidad internacional, a fin de que elementos nicaragüenses no lleguen a las filas de la revolución. En estos momentos la Secretaría de Relaciones Exteriores de Costa Rica se dirige a la Delegación Costarricense en Bogotá, aclarando la aseveración del gobierno de Nicaragua; y pide a su Ministro de Managua que haga las representaciones del caso ante el gobierno de Nicaragua, a fin de que se ordene el retiro del territorio costarricense de cualquier fuerza nicaragüense que lo hubiese invadido.

Volvamos ahora a los detalles de la invasión. En el aeropuerto de Villa Quesada aterrizaron el 17 de abril varios aviones militares nicaragüenses con guardias nacionales y su equipo militar, quienes hicieron incursiones en lugares vecinos; así, por ejemplo, al día siguiente localizaron al pequeño grupo de rebeldes alajuelenses que jefeaba don Alvaro Chacón Jinesta, y lo atacaron en las vecindades de la hacienda La Vieja, posiblemente en la creencia de que éstos eran los revolucionarios de que hablaban los señores Calderón Guardia y Urcuyo, y supusieron que se dirigían ya a la frontera para invadir Nicaragua. Milagro fue que no los exterminaran a todos, ya que los guardias nacionales estaban equipados con las mejores armas. Somoza declaró luego pintorescamente al Encargado de Negocios de Estados Unidos en Managua que había enviado por avión cien guardias nacionales a detener una columna revolucionaria compuesta por más de quinientos hombres que se dirigía hacia Chontales; agregó que esta columna la integraban en su mayor parte guatemaltecos y venezolanos, y que había sido dispersada con un saldo de diez revolucionarios muertos y un número indeterminado de heridos, incluso un coronel guatemalteco que era el jefe de la columna. El citado diplomático norteamericano, Mr. Bernbaum, informaba al Secretario de Estado en la tarde del 19 de abril:

Somoza insistió de nuevo en el carácter defensivo de su acción y la ausencia de cualquier deseo de intervenir en el conflicto costarricense. Agregó que la situación a la vez que se aclaraba, se veía que era peor, por la amenaza que representaba Vanguardia Popular. Ante mi consejo muy firme de que se retirara a la frontera en atención a la fuerte reacción internacional que había suscitado su actitud, dijo que no podía permitir que los revolucionarios fueran a utilizar el aeropuerto de Villa Quesada y los otros puntos ocupados por él para lanzar desde ahí eventualmente sus ataques contra él. El subsecretario de guerra, coronel Tellería, me explicó luego la importancia estratégica de estos puntos como los únicos prácticamente significativos para penetrar en la frontera nicaragüense. La información que esta embajada tiene indica que hay más de trescientos guardias nacionales de Nicaragua en Costa Rica. Pero a la vez tenemos indicios de que el número de los llamados «voluntarios» que no son tropas uniformadas es muchísimo mayor. Aun cuando los motivos que hasta ahora dominan la acción de Somoza puedan ser los que él llama de autodefensa, la embajada tiene motivos para creer que esta interpretación pueda extenderse y se haga muy elástica eventualmente, y hasta querer llegar a convertir su acción en toda una cruzada para sacar a los comunistas de Costa Rica.

Todos estos graves acontecimientos hicieron que el presidente Picado de apresurase su separación de la presidencia de la República. En cuanto Somoza diremos que se alarmó al ver que este asunto había generado una reacción internacional muy desfavorable para él, por lo tanto apresuró a manifestarle al diplomático norteamericano Bernbaum que lo que se deseaba era que otros países americanos mediaran en el conflicto para que dieran garantías de que la frontera nicaragüense no sería violada, y que si le daban esas garantías retiraría las tropas inmediatamente. El 20 de abril informaba Bernbaum al Secretario de Estado lo siguiente:

Hoy he sido informado por el general Somoza que ha impartido órdenes para que se retiren las tropas nicaragüenses de Costa Rica. Espera que las tropas de Los Chiles y La Cruz regresen hoy, y que las de
Villa Quesada necesitarán alrededor de dos días para regresar a la frontera.

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