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Hechos militares y políticos

ENERO DE 1955 – EXILADOS CALDERONISTAS INVADEN EL PAIS

Las relaciones entre los gobiernos de Nicaragua y Costa Rica se encontraban en esta época en estado de mucha tirantez, no solo por problemas que venían desde tiempo atrás, sino fundamentalmente por el fracasado atentado contra la vida del presidente Anastasio Somoza, ocurrido unos meses antes, el cual había sido preparado en Cosía Rica con el conocimiento de las autoridades del país. Como represalia por estos hechos, Somoza dispuso dar el más amplio apoyo a los exilados calderonistas quienes proyectaban el derrocamiento del gobierno de Costa Rica, y a la vez, recuperar el Poder, para lo cual contaban con el ofrecimiento del apoyo de los gobiernos de la República Dominicana y de Venezuela, presididos por Trujillo y Pérez Jiménez. Además, los calderonistas creían firmemente que al hacerse presentes en el territorio nacional, habría un levantamiento general en el país para secundar al movimiento revolucionario. El presidente Somoza facilitó a los emigrados costarricenses el campamento militar de Coyotepe para que se organizasen e hiciesen sus entrenamientos. Jefe militar del grupo revolucionario era el mayor Teodoro Picado Lara, nombrado, según se decía, por el mismo Somoza, y se contó también con la colaboración de algunos miembros de la Guardia Nacional de Nicaragua. Los calderonistas tenían la seguridad absoluta de que iban a triunfar en sus propósitos. Sin embargo, había cosas que ellos ignoraban, como que el gobierno de Costa Rica se encontraba muy bien armado, pues recientemente había comprado gran cantidad de armas por valor de varios millones de colones. Y lo que todavía era más Uravc, fue que hubo un delator que enteró al gobierno de los detalles del plan revolucionario, lo que hizo que éste tomase desde ese momento todas las medidas militares del caso, entre ellas, la de situar Fuerzas armadas en la población de Liberia. Asimismo, decidió recurrir a la vía diplomática, y presentar una denuncia ante el Consejo de la Organización de los Estados Unidos (O.E.A.) notificándole que se iba a invadir el territorio nacional, y que ese movimiento estaba apoyado por gobiernos que formaban parte de esa organización. El consejo de la O.E.A. decidió nombrar una comisión investigadora para que visitase Costa Rica y Nicaragua. Enterado Somoza del asunto, y asustado de que dicha comisión pudiera comprobarle que dentro de su territorio preparaba un movimiento armado contra su país vecino, dio órdenes a las gentes que se encontraban en Coyotepe para que inmediatamente procedieran a la ejecución de sus planes y dieran inicio a la proyectada invasión.

Así fue como en las horas de la noche de ese día 11 de enero comenzó a funcionar el plan revolucionario. En efecto, algunos elementos calderonistas de la ciudad de San José y de otros lugares, obedeciendo a la consigna general, se trasladaron a la región de San Carlos a fin de proceder al día siguiente a atacar Ciudad Quesada, acción que tenía como único objetivo confundir al gobierno y obligarlo a enviar fuerzas militares hacia ese lugar, y de esa manera facilitar la invasión del territorio nacional por el lado de Peñas Blancas. Asimismo, esa noche fue de enorme actividad en el Campamento de Coyotepe, pues se comunicó a todos los que allí estaban que al día siguiente, muy temprano, se iniciaría la marcha hacia la frontera.

Los calderonistas que se habían trasladado a la zona de San Carlos se concentraron en las primeras horas del día siguiente en un potrero situado en las vecindades de Ciudad Quesada a fin de recoger unas armas que les serían arrojadas desde un avión que pasaría por ese lugar. En efecto, el avión apareció y lanzó unos paquetes que contenían una cantidad insuficiente de armas. Con la esperanza de encontrar algún armamento en el Resguardo y la Jefatura, en Ciudad Quesada, se inició la marcha hacia dicha población en la cual con mucha facilidad ocuparon ambos sitios, pero solo encontraron unas pocas armas viejas. Con el jefe del Resguardo se cruzaron algunos tiros que produjeron la muerte de uno de los revolucionarios. El tiroteo puso en conmoción a los vecinos del lugar y esto hizo que alguna persona avisara por radio al gobierno de lo que sucedía. En las primeras horas del día siguiente llegaron a Ciudad Quesada las fuerzas gobiernistas, y los revolucionarios, situados en un punto estratégico de la población, lograron por corto tiempo detener su avance; pero resultó que las fuerzas del gobierno que se habían dividido en dos grupos para atacar por distintos lugares, cayeron en una gran confusión y comenzaron a dispararse entre ellas mismas, situación que aprovecharon los revolucionarios para tomar un vehículo de carga y evadirse de aquel lugar dirigiéndose hacia el norte. Así terminó aquel episodio que fue una burla para el gobierno.

Mientras en Ciudad Quesada se presentaban esos hechos, el mismo día, en las primeras horas de la mañana (12 de enero), se inició la movilización general del grupo que se encontraba en Coyotepe de Nicaragua. Hubo inconvenientes a última hora, como por ejemplo, algunas armas modernas que habían enviado Pérez Jiménez y Trujillo no fueron entregadas a los calderonistas, porque Anastasio Somoza hijo, se las apropió. Tampoco les fueron entregadas las bombas que pensaban usar para que unos aviones atacaran diferentes puntos del país, por lo que hubo que armarlos con ametralladoras. El grupo que venía a la vanguardia atravesó la frontera en el sitio de Peñas Blancas, en donde se dispararon unos cuantos tiros, y el resto en dos columnas de unos 150 hombres cada una les seguía a corta distancia. Entre los que se destacaban como jefes, a más del comandante Picado Lara, estaban Roberto Tinoco, Diego López Roig, Francisco Calderón Guardia, Claudio Mora Molina, Francisco Blanco y Rodrigo Pacheco Musmani. Pasada la frontera, el propósito principal era llegar al sitio conocido como Sonzapote, en donde se encontraba el plantel de la Public Roads Administration, empresa que construía la carretera interamericana, con el fin de tomar los vehículos y tractores que allí había, y así poder acelerar la marcha. Pero resultó que cuando arribaron a dicho lugar se encontraron con la desagradable sorpresa de que el plantel estaba prácticamente desierto pues todos los vehículos habían sido trasladados a Liberia, con la autorización de la embajada estadounidense. Continuando la marcha, los revolucionarios llegaron a la población de La Cruz, en donde no hallaron ninguna dificultad, y de allí pasaron a la Hacienda El Amo, en donde más tarde se dispuso instalar provisionalmente el Cuartel General. Este mismo día un avión de los rebeldes voló sobre la ciudad de San José y descargó varias ráfagas de ametralladora que no hicieron ningún daño. También este día llegó al país la Comisión Investigadora nombrada por la OEA. El día 15 de enero, en la tarde, una patrulla del gobierno salió de la Hacienda Santa Rosa, y al llegar a la carretera interamericana vio a un grupo de revolucionarios, a quienes les dispararon, pero estos respondieron en forma tan intensa, que la patrulla tuvo que retirarse precipitadamente. Inmediatamente salió de la Hacienda la Compañía Charpantier e hizo contacto con los revolucionarios, iniciándose así un largo y fuerte combate, el cual, conforme transcurría el tiempo, se hacía cada vez más intenso; pero los rebeldes se encontraban bien armados, y tal vez, mejor situados, por lo que las gentes del gobierno tuvieron que retirarse de allí y regresarse a la casa de la Hacienda. Desgraciadamente, como saldo de ese combate, hubo lamentables bajas; allí murieron los periodistas Jorge Vargas Gené y Oscar Cordero Rojas, lo mismo que Leonardo Montalbán, Eduardo Lobo, Mario Cordero Croceri y Rodolfo Chavarría. Después de esto, los revolucionarios suspendieron las hostilidades, debido a que el comandante Picado Lara, enterado de que en la OEA se había calificado el movimiento como una agresión externa, dio orden a todos los grupos de reconcentrarse en El Amo. Pero poco estuvieron allí, porque al darse cuenta de la aproximación de fuerzas militares del gobierno, y de que los Estados Unidos había entregado a este gobierno cuatro aviones de combate, los revolucionarios pasaron parte de sus fuerzas hacia la frontera, ya con la idea de suspender definitivamente sus acciones militares. El día 20 atacaron El Amo las fuerzas gobiernistas apoyadas con los aviones de combate que el gobierno de los Estados Unidos había facilitado, pero cuando tomaron aquel lugar ya allí no había nadie. Los calderonistas estaban en tierra nicaragüense. Todo había terminado. (Como saldo de estos hechos hubo, de parte de los revolucionarios, 11 muertos y 20 heridos, y de parte del gobierno, 15 muertos y 62 heridos).

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