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La Huelga de Brazos Caídos

III. EN CARTAGO LA HEROICA CIUDAD

Al despertar de una agitada noche de insomnios, Juan Morales busca ansiosamente las noticias en los periódicos. Por estos se entera que desde la misma noche comenzó la labor de los comités provinciales, para organizar la huelga en cada una de las localidades cabeceras.

En lugar visible de las primeras páginas; el boletín oficial oposicionista:

EL COMITE DE HUELGA NACIONAL hace saber a sus partidarios que la huelga decretada tiene carácter de resistencia pacífica y que desautoriza cualquier acto de violencia contra personas o propiedades.

El Comité sesionará en las horas de la mañana de hoy en el Club del Partido Unión Nacional y dará las instrucciones del caso.

Lee también en los periódicos que el día anterior los estudiantes, desfilando por calles céntricas, habían llegado al Parque Central de San José, en donde celebraron un mitin de protesta, decidiendo dirigirse telegráficamente al Presidente Picado en solicitud de la inmediata remoción de las autoridades culpables del asalto contra los cartagineses.

Que en el momento en que la huelga es declarada, los estudiantes universitarios y de enseñanza secundaria deciden no asistir a clases en apoyo al movimiento, con la aprobación del Consejo Estudiantil Universitario. Y que anuncian para las nueve de La mañana, un desfile al grito de «queremos autoridades decentes».

A pesar de su intransigencia, el Gobierno no ha podido desentenderse del comportamiento escandaloso de las autoridades destacadas en Cartago y se ha visto forzado a levantar una información sobre los sucesos del domingo, como resultado de la cual anuncia el nombramiento del Coronel Mario Jiménez Tinoco para Primer Comandante y el del Coronel Héctor Sáenz Mata para Segundo Comandante de Cartago, y el traslado de Vaglio al Cuartel Bella Vista de San José.

Se rumora al mismo tiempo que más de cien policías josefinos, pertenecientes a los cuarteles Principal y de Artillería, y concentrados en Cartago, serán trasladados a la capital como una de las primeras disposiciones del nuevo Comandante.

Al abrir fuego el Gobierno contra los manifestantes de San José, en la noche del martes, cerró sus posibilidades para un fácil entendimiento con la Oposición. Esta, en adelante, no se limitará a pedir remociones en el personal militar, sino que exigirá garantías efectivas de carácter político, para situarse en un plano de igualdad en las elecciones presidenciales con los partidos calderonista y comunista aliados y mantenedores del Gobierno. Todo esto además de las garantías para la vida y seguridad de las personas no adictas al oficialismo, exigidas en un principio por los cartagineses y acogidas por todo el país.

En tal forma, ya en la mañana del miércoles 23 de julio no podía impresionar favorablemente a nadie la noticia de un simple cambio de Comandantes y el rumor de que los policías josefinos serían reintegrados a sus cuarteles en la capital. Ya el día anterior, delegados de Cartago habían manifestado al Jefe de la Oposición que aceptaban los nuevos Comandantes, pero que además, exigían otros cambios en la plana mayor de la Comandancia, amén del cambio total de la policía, exigencias que don Otilio Ulate trasmitió a dos Coroneles, delegados del Presidente, quienes lo habían convocado a una reunión. Las peticiones fueron aceptadas, con la única salvedad de que el cambio del personal de la policía sería paulatino, hasta su total sustitución.

Una nueva conferencia tuvo el señor Ulate, en su oficina, con los delegados de Cartago, a quienes impuso de la actitud del Ejecutivo. Pensaba que Cartago había de decidir si las condiciones se aceptaban, finalizando la huelga, o si se persistía en esta ya que era esa ciudad la que desde el domingo había hecho el sacrificio, padecido el martirio y realizado la huelga con éxito sorprendente. La respuesta de los delegados fue: si se declarase a partir del miércoles una huelga nacional, Cartago se uniría a ese movimiento; si la huelga no fuese declarada, o si se aplazase, Cartago no podría convenir en la espera y en ese caso aceptaría la propuesta del Gobierno, dando por terminada la huelga local.

Fue después de estas conversaciones que tuvo lugar la reunión de Comités oposicionistas, en la cual se declaró la huelga. El señor Ulate se negó a hablar por radio y a pronunciar el discurso que delirantemente se le pedía, pues opinaba que era justo proclamar la huelga en Cartago. Acompañado por don José Figueres, Jefe de Acción del Partido oposicionista, se dirigió a la heroica ciudad, en donde, en una gran asamblea popular improvisada, hizo la proclamación oficial de la huelga, dando las siguientes instrucciones: Primera: la huelga debe desarrollarse ordenada y pacíficamente, porque no tiene carácter revolucionario y no es prudente exponer masas inermes a la furia policíaca. Segunda: deben suprimirse las manifestaciones que puedan dar pretexto para ataques, así como también debe evitarse toda discusión con las autoridades o los adversarios políticos, dedicándose cada uno a contribuir a la huelga silenciosamente. Y tercera: como no se trata de derrocar al Gobierno, la huelga cesará tan pronto como se obtengan garantías de libertad electoral.

De regreso a San José, los militares con quienes había conferenciado en la mañana le notificaron que se había dispuesto enviar fuerzas a Cartago, a las cinco de la madrugada del miércoles, para ocupar la ciudad militarmente y para impedir por la fuerza el cierre de los establecimientos. Les repitió que todo se podía arreglar si el Presidente garantizaba la libertad electoral, redactando al efecto un pliego de demandas, en compañía de un grupo de dirigentes de la oposición.

El Presidente Picado, al recibir el pliego, lo rechazó de plano. El mandatario se había trasladado al Cuartel Bella Vista y mostró a las claras la actitud intransigente que sería su característica al correr de los doce días de huelga. Al enterarse del rechazo, el señor Ulate decidió advertir a los cartagineses de los peligros que los amenazaban y con tal fin envió un emisario de confianza el cual, tras vencer muchas dificultades, pues el camino estaba bloqueado por la policía, pudo al fin trasmitir el mensaje.

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