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La Huelga de Brazos Caídos

VII.-MARIACHIS DE CORBATA

Hay mariachismo de cobija y mariachismo de corbata. Los mariachis de corbata forman un conjunto conocido con el nombre de «transaccionistas» que ha venido laborando desde algún tiempo atrás a tal punto que, a principios de julio se da ya como fracasado un intento calderonista para modificar la situación política.

El plan consistía en provocar un movimiento revolucionario simulando que éste era de origen oposicionista, para obligar al partido adverso al Gobierno a aceptar forzosamente una transacción. En Aranjuez, en un punto terminal donde ya no hay calle y el tráfico queda cortado, existe una casa rodeada de jardines. En esa casa, arrendada a personas conocidas que la mantenían deshabitada, quedaron formulados los diversos aspectos del plan, que comprendía la provocación de un choque armado en alguna reunión oposicionista, con saldo de muertos y heridos, y la campaña previa en favor de la idea transaccionista, que sería realizada por personas de relieve en la política.

El grupo comenzó a actuar, pero el plan no pudo llevarse a cabo porque llegó a conocimiento de los dirigentes oposicionistas. En un discurso pronunciado en Golfito, don Otilio Ulate se declara abiertamente en contra de una transacción pues ésta, en su concepto, desnaturalizaría todos los fines de la campaña oposicionista.

-Iré hasta el fin -dijo- cualesquiera sean las alternativas de la lucha y cualesquiera el número de ciudadanos que me sigan.

Fué después del discurso del señor Ulate que tuvo lugar una polémica entre don Fernando Castro Cervantes y el Partido Social Demócrata, sobre el tema de la transacción. Terminaba el Partido un artículo en la siguiente forma:

«En resumen, el Partido Social Demócrata se opone a cualquier transacción con los responsables del desastre nacional que hoy vivimos, porque tiene plena confianza en que el pueblo de Costa Rica, si es guiado por mentes capaces y espíritus dispuestos al sacrificio hasta de sus propias vidas, está en condiciones de acabar de una vez por todas con el corrompido régimen actual».

Cuando la huelga está en su apogeo, salen de nuevo a la luz los transaccionistas, insistiendo en demostrar las ventajas de evadir la consulta popular en las elecciones generales que se acercan. Un dirigente de la oposición se enfrenta a los mariachis de corbata, en artículo de prensa:

«El próximo y los futuros presidentes de Costa Rica (manifiesta) no saldrán más de las oficinas de los políticos; serán, como lo quieren nuestras instituciones democráticas, expresión genuina del pueblo.»

El pueblo sabe que el mismo grupo que hizo posible el fraude en las elecciones de 1944 contra don León Cortes, es el que continúa mandando; que en ningún momento significó cambio efectivo de poder el traspaso de Gobierno de Calderón a Picado y que éste no es más que un servidor prisionero de aquél. Además de la colaboración abierta del Partido Comunista, del comando de los propagandistas de la transacción y del apoyo que le brinda la organización de brigadas de choque compuestas por elementos del hampa que ostentan grado militar, Calderón cuenta para obligar a Picado a servirlo, con la mayoría de los diputados al Congreso y con la fuerza militar.

Y al correr de los días, el fortalecimiento de la no-cooperación oposicionista obliga a Calderón, a ir poniendo en juego los grupos en que basa su dominio, aclarando una vez más la orientación de la huelga, la cual no busca derrocar un Gobierno sino terminar con los factores de orden político que hacen imposible la concurrencia a las urnas electorales. Ya para la mitad de los doce días que durará la huelga, los coroneles han tratado de infundir el terror, ordenando asesinatos en masa de oposicionistas, y han pretendido arrogarse facultades de juez civil, al conminar al comercio a desistir del cierre. Los mariachis de corbata han patrullado las calles, han desatado constantes balaceras y han colaborado con los comunistas en los saqueos. Y los mariachis de corbata han pretendido seguir adelante con la campaña favorable a que se entregue el Poder a un ciudadano neutral, es decir, a un hombre despreocupado de la tragedia nacional.

Otro grupo de mariachis de corbata aún no ha sido empleado a fondo. Los diputados de la mayoría del Congreso se han limitado en estos días de huelga a evitar que se reúna el cuerpo deliberativo cuando así conviene a su jefe, o a sesionar para dirigir votos de confianza al Ejecutivo por el ametrallamiento de ciudadanos. Calderón, por medio de sus dóciles diputados, ejerce una verdadera dictadura desde el Congreso, en el cual no tiene ninguna influencia el Presidente Picado. No obstante, se ve imposibilitado para tomar ciertas disposiciones que requieren, para su aprobación, un número de votos mayor al que controla. Este escollo constitucional salva a la oposición de que sea declarada una suspensión de garantías, con lo cual el Gobierno tendría a mano un medio efectivo para romper por la fuerza el cierre comercial y la no-cooperación de los empleados bancarios.

A principios de julio, antes de la huelga, se creyó que el ansiado rompimiento entre Calderón y Picado se había producido al fin, cuando el Secretario de Seguridad Pública René Picado, hermano del Presidente, destituyó al Primer Comandante del Cuartel Bella Vista, Raúl Zeledón, después de violentísimo altercado. Parecía que René buscaba recobrar el mando militar, hasta entonces en poder del grupo de coroneles francamente calderonistas que constituían la plana mayor de la fuerza pública. Sin embargo, acontecimientos posteriores indicaron que René era incapaz de procurar el cumplimiento de su deber, pues que esto hubiera implicado una molestia para el verdadero mandatario, del cual era fervoroso admirador y a quien ayudó más adelante en toda forma, comprendiendo esa ayuda desde el reportaje parcial e irresponsable en los periódicos gobiernistas hasta el consentimiento para que la fuerza pública allanase domicilios y asesinara a los ciudadanos.

Terminada la compaña política, pasadas ya las elecciones, el 1ero de marzo de 1948 Carlos Luis Valverde es el último de los héroes civiles victimas del criminal dominio de los coroneles calderonistas. Y su nombre se hace símbolo, que enlaza la paciente espera heroica de un pueblo con el grito de liberación lanzado en las montañas del sur.

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