EL CAMINO HACIA LA REVOLUCIÓN
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A fines del mes de febrero de 1948, ya se hablaba de que don José Figueres se preparaba en su finca La Lucha, situada en Santa María de Dota, junto con un grupo de valientes amigos suyos, para la revolución. Por esa razón el Gobierno de don Teodoro Picado envió la famosa Unidad Móvil de las que el Gobierno de los Estados Unidos había instalado en Costa Rica por la guerra con Japón. Tal unibad consistía en carros blindados de combate, muy bien armados, especiales para la investigación militar en casos como el que se presentaba en el sur del país.
Los hombres de Figueres, entre ellos Frank Marshall, Pepino Delcore, emboscaron a la Unidad, derrotándola y matando o hiriendo a sus integrantes entre los que se hallaban el Coronel Roberto Tinoco, Pencho Alvarado, un hombre conocido como «Perro Negro» y otros. El golpe fue tremendo para el Gobierno de Picado y prácticamente dio inicio el rompimiento de las hostilidades. La región de Santa María de Dota y más tarde San Isidro de El General, recibió el nombre bélico de Frente Sur comandado por don José Figueres.
Mientras tanto don Francisco J. Orlich, comerciante y empresario de gran prestigio en San Ramón, era Bolmarcich propietario de una finca agriícola en el sitio denominado La Paz, en el distrito de Piedades Norte de San Ramón, lugar montañoso donde el señor Orlich tenía una explotación de madera y algún ganado y donde existían instalaciones propias de tales actividades como galerón de ordeño, del aserradero movido por una «pelton» impulsada por una caída de agua tomada del Río La Paz y que también estaba equipada por una pequeña planta que generaba electricidad. Había también casas para trabajadores de la finca. Un camino de tierra la comunicaba con la ciudad de San Ramón, transitable únicamente en la estación seca para vehículos automotores. Durante el invierno servían de medio de transporte las carretas tiradas por bueyes, que transportaban la madera elaborada para su expendio en la ciudad de San Ramón.
Como el sitio reunía condiciones excepcionales para la instalación de un cuartel de armas como el hecho de quedar entre dos cordilleras, donde todo el tiempo está nublado lo que impedía ver desde el aire cualquier ubicación de tipo militar, donde había abundancia de agua, ganado para la carne para abastecer todo un ejército, aunque muy frío y húmedo, el lugar era ideal para el acampamiento de una fuerza militar idónea. En lugar tan especial, se instaló don Chico, como popularmente se conocía al señor Orlich, y a donde comenzó rápidamente a converger gente deseosa de ponerse a sus órdenes y prepararse para la batalla final.
De Palmares, Naranjo, Alfaro Ruíz y San Ramón, llegaban contingentes de hombres dispuestos a iniciar las hostilidades contra el gobierno de Picado. Don Chico, como Jefe Comandante fue acompañado en su Estado Mayor por Fidel Tristán, hijo, Alberto Martén, Lisímaco Azofeifa y otros no menos importantes. Posteriormente las filas se fueron engrosando con elementos como Gregorio -Goyo- Rojas, Eliseo Arredondo, Pedro Amores, Besarión Rodríguez, Juan Rafael -Chirvala- Varela y muchos otros.
La organización militar que existió a partir de este momento, en La Paz, fue designada bajo el nombre de Frente Norte, en íntima comunión con el Frente Sur, comandado por Figueres, del cual hemos hablado ya.
Mi participación durante el período organizativo del Frente Norte, la narro en la forma siguiente:
Un domingo a fines de febrero de 1948, fuimos convocados por don Chico a una reunión que tendría lugar en su negocio comercial sito en la ciudad de San Ramón, frente al mercado, a Eduardo -Yayo- Zamora y yo. En la trastienda del citado negocio, a las nueve de la mañana, don Chico nos habló con tristeza de la difícil situación que sufría Costa Rica y nos manifestó que el momento crucial para la historia de nuestro país había llegado; que no había otro camino que prepararnos para un movimiento armado y que deseaba conocer nuestra posición para tenernos como ayudantes suyos. Ambos, imbuídos como estábamos de la necesidad de incorporarnos al movimiento y llenos de fe y encendidos de fervor a la Patria, le manifestamos nuestra inquebrantable decisión de seguirlo hasta donde las circunstancias nos llevaran. Don Chico nos dio las gracias a nombre de la Patria y nos dijo que pronto recibiríamos instrucciones.
Una noche, encontrándome yo en casa de mi novia, hoy mi esposa Rosita, como a las siete de la noche, llegó don Chico manejando su automóvil negro; me invitó a subir porque ibamos para un sitio que por el momento don Chico me lo ocultó. Ibamos para Pilas, situado en Naranjo, lugar muy escondido por aquellos días, hacienda de su propiedad donde había instalaciones propias de un beneficio de café y abundante en sus alrededores de cafetales. Cuando llegamos a la casa de la administración nos esperaban cuatro personas, las que me fueron presentados como Roberto -El Indio- Escalante, Miguel Ruiz Herrero, Julio Sánchez Quesada y otro cuyo nombre ha escapado a mi memoria. Don Chico en pocas palabras -era de poco hablar-, nos dio las instrucciones que deberíamos atender en el camino que deberíamos emprender de ahí en adelante.
Yo continué yendo a Pilas donde fui entrenado por los citados Escalante y Sánchez, a fabricar coctails (bombas) Molotov, que tan buenos resultados les habían dado a los rusos en su lucha contra los alemanes y que consistía en una botella corriente, de vidrio, conteniendo tres cuartas de gasolina, una de diesel y dos onzas de azufre. Se envolvía en yute o gangoche, dejando en la parte inferior una mecha para encenderla y lanzarla contra el objetivo, provocando, al estallar, un voraz incendio. También fui entrenado en la colocación de dinamita en parches para volar puentes o edificios; igualmente fui adiestrado para disparar con armas, calibre 45 y ametralladora de sitio. En fin, recibí instrucciones para prepararme para un acontecirniento como el que nos esperaba.
Se había instalado don Chico con sus hombres en el Cuartel de La Paz, lugar como ya dijimos sumamente adecuado para mantener un ejército regular y así atacar puntos claves de las fuerzas gobiernistas. Además de las condiciones naturales topográficas como por ejemplo el camino que daba acceso a las instalaciones distantes cuatro kilómetros adentro de la montaña, que al correr paralelo al Río La Paz, por el lado derecho desembocaba en numerosas quebradas, teniendo cada una de ellas puentes de madera que podrían ser dinamitados con facilidad para impedir el paso de cualquier contingente enemigo que osara penetrar en él. Tales condiciones les brindaba una seguridad especial para evitar alguna incursión del enemigo.
Don Chico, dentro del esquema general organizativo y preparatorio de la revolución, me escogio «como su mano derecha» en San Ramón y que sería el comisionado de llevar adelante las incidencias iniciales del movimiento en el momento propicio. En efecto, el que esto escribe recibía órdenes directamente de don Chico, que ya estaba constituido como el Comandante de la rebelión de lo que en adelante sería denominado Frente Norte, en íntima comunión con el Frente Sur. Para lograr los fines deseados y una mayor efectividad en las acciones del futuro me fueron dictadas las directivas siguientes:
Comunicación directa, actuando yo como agente de enlace, entre la casa de don Fernando Valverde, quien se encontraba en el Frente Sur con Figueres y el Frente Norte. Dicha casa se encuentra aun al costado este de la estación de gasoliria de Jesús -Churi- Rodríguez, en la que había instalada una pequeña estación de radio que recibía mensajes del Frente Sur. Tales mensajes debían ser llevados diariamente al Cuartel de La Paz y de eso fui encargado yo. Cada día, debía presentarme entre ocho y nueve de la manana a dicha casa para saber qué había de nuevo y proceder en consecuencia. Algunas veces recibía instrucciones para llevar un recado, otras para acudir a algún sitio a recibir armas que enviaban vecinos de otros lugares.
Cumpliendo tales premisas, me tocó una vez ir a La Balsa, finca de los señores Herrera, para guiar junto con Juan Rafael -Chirvala- Varela, a un grupo de naranjeños que deseaban incorporarse al Frente Norte. Entre ellos estaban los Hermanos Corrales, Lisandro y Carlos, un hombre de apellido Poveda procedente de San José, quien había arrebatado un revólver y un máuser a un policía. Había otros hombres, pero he olvidado sus nombres. Chirvala y yo, guiamos a los futuros combatientes, por un camino desconocido para todos, menos para Varela que conocía muy bien aquellos andurriales, que conducían de La Balsa a La Paz. Con los hombres y una carreta tirada por bueyes, cargada de dinamita, provisiones y otros pertrechos, llegamos a La Paz, casi de noche, siendo recibidos con gran entusiasmo por don Chico y sus hombres. Yo regresé a pie a San Ramón.
Al día siguiente recibí órdenes de don Rogelio Valverde quien estaba a cargo de la estaclón de radio, para trasladarme a Alto Villegas a recibir unas armas que enviaba don Otilio Ulate, desde su finca La Vieja de San Carlos. Me hice acompañar de los revolucionarios Glauco Araya, Huber Chacón y Juan Vicente González Valverde. Al llegar a la finca de Miguel Valverdel hombre de toda confianza, nos esperaba un hombrecito bajo, quien traía las armas enviadas por Ulate que consistían en dos revólveres: un calibre veintidós y otro calibre treinta y ocho largo; una carabina veintidós y un rifle calibre veinte, usado en cacería. Las recibimos llenos de satisfacción y las escondimos entre un montón de bagazo que había en el trapiche propiedad del señor Valverde. Como era muy tarde de la noche, regresamos a San Ramón, para al día siguiente transportarlas a La Paz, recibiéndolas don Chico con gran alegría, pues las armas eran muy escasas.
Al día siguiente, me presenté, como de costumbre, en la casa de don Fernando, recibiendo orden inmediata de don Rogelio para que viajara a La Paz llevando un pequeño rollo de papel, muy parecido a una cinta de tiros de los que usan los chiquillos para disparar armas de juguetes para los días de Navidad. «Tenés que llevar esto a La Paz y entregárselo personalmente a Chico; ¡es algo muy importante!». Fue la orden que me dio don Rogelio. E insistió: «Si te agarra la policía, tenés que comerte ese rollito, porque contiene la clave de transmisión de la radio del Frente Sur. ¡No podés permitir que esto caiga en manos del enemigo!»… Pasé por mi casa y al salir, observé al Sargento de la Policía, Rafael Hernández Alvarado, hombre muy acucioso y sagaz, me vigilaba. Como pude, por entre los cercos aledaños a mi casa, logré escabullirmele al Sargento Hernández y cogí el camino a San Juan. Como yo conocía los trillos de ese sector como la palma de mis manos, siempre por entre cafetales y charrales, cruzando el río Barranca, salía a la calle de Los Angeles; de aquí al camino de Piedades Norte y luego a La Paz, donde hice entrega , todo orgulloso, de aquel importante documento a don Chico, quien me felicitó y me dijo: «Ahora sí va a haber comunicación directa con el Frente Norte y va a haber mejor coordinación…» yo por mi parte, estaba seguro de que habría major entendimiento entre los dos frentes.
Otro episodio que merece consignarlo aquí es el que trata del robo de dinamita en las Minas del Aguacate, jurisdicción de San Mateo. Para esta comisión fue encargado José María -Chema- Bogantes quien acompañado de Heriberto Martínez y otros, llevaron a cabo brillantemente la acción. El administrador de Las Minas era Alfredo Herrera, miembro de la oposición, por lo que no hubo dificultades de ninguna clase, pues el señor Herrera estaba de acuerdo con tal cometido. La operación se llevó a cabo usando bestias para el transporte de las cajas de dinamita pasando por caminos de poco tránsito y siguiendo el rumbo: Piedades Sur, Nagatac, Agua Agria y El Desmonte. La dinamita fue usada para garantizar la voladura de los puentes de La Paz y para dinamitar el Puente del Río Colorado, situado en la carretera Vieja de Naranjo a Sarchí y también en el intento de voladura de Las Gemelas sobre la carretera a Puntarenas.
En los primeros días de marzo de 1948, dispuso don Chico dinamitar el puente sobre el Río Colorado, ubicado entre Naranjo y Sarchí, por la carretera vieja. Con tal fin encargó al Indio Escalante, quien acompañado de Sánchez, Miguel Ruiz, el que esto escribe y dos más, cuyos nombres no me vienen a la memoria y armados de un mosquetón, dos maúseres, revólveres y carabinas y cuatro cargas de dinamita. Salimos de La Paz en horas de la tarde, muy hermosa por cierto y cruzando por La Balsa, Los Angeles, El Silencio, Alto Villegas, La Cañuela, Concepción y San Jerónimo de Naranjo, llegamos al objetivo. Allí Escalante nos distribuyó conforme a la topografía del terreno. A mí me correspondió situarle en una colina al oeste del puente, armado de un máuser y me tocaba vigilar la entrada del puente por el sector este, sea, la llegada de Sarchí. El Indio con Sánchez procedieron a colocar las bombas, tipo parche, en las partes donde ellos creían lo más vulnerable de la estructura. Más o menos dos horas más tarde, nos hicieron señales de que estaba lista la operación para dar fuego y así ocurrió, una vez reunido el grupo al lado oeste del puente, posición que nos dejaba el paso libre para huir hacia La Paz, por donde habíamos llegado. Cuando oímos la explosión, todos creímos que el puente, o al menos una buena porción de él, había sido destruída; pero no ocurrió así, pues las bombas habían quedado «flojas», quizás por falta de experiencia o de conocimiento de la estructura del puente. En todo caso, la misión había sido cumplida y lo destruído en el puente sólo constituyó una pequeña porción del piso, daño que fue reparado por las fuerzas del gobierno, dos días después. Sin embargo, analizando el operativo, el resultado fue satisfactorio, porque el Gobierno se vio obligado a mantener una fuerza en forma permanente para su vigilancia. También quedó demostrada la potencialidad de ataque de la gente del Frente Norte.
La organización del Frente Norte quedó definitivamente organizada de la manera siguiente: Francisco José Orlich Bolmarcich, comandante, Jefes de Pelotón: Fidel Tristán, Rodrigo -Indio- Escalante, Alberto Martén, Lisímaco Azofeifa, Eugenio Mora Bustamante, Antonio Acosta Salazar y Jorge Quesada Muñoz. Otros puestos de mando eran ocupados por los improvisados militares que más se distinguían por su interés, decisión y don de mando, como en los casos de Teófilo Herrera Orozco, quien era el administrador de la finca La Paz, Lubín Chaves Morera, Marco Tulio Chaves Morera, Carlos y Luis Guillermo Alfaro Solano, José Manuel -Chanel- Jiménez, Carlos -Chale- Chassoul Monge, Besarión Rodríguez, Gregorio -Goyo- Rojas Picado, Pedro Amores, Juan Rafael -Chirvala- Varela Lara, Carlos Roulanger, el único experimentado de todo el contingente pues había peleado en Francia, durante la Segunda Guerra, contra los alemanes. También se encontraban actuando como soldados: los hermanos Esquivel, los hermanos Corrales Mora, Mario y Braulio, Raúl Cambronero, los hermanos González de Los Ángeles de San Ramón; además gentes de Palmares, de Alfaro Ruiz, de Naranjo, y de otros lugares como Tilarán, Atenas, etc. Desde ahora me apresuro a pedir disculpas a todos aquellos valientes que ingresaron a las filas del Ejército del Frente Norte y que no han sido consignados aquí. Esto se se debe a que no existen listas de todos los participantes. Además, el tiempo que hace de tales acontecimientos, hace que la memoria sea un enemigo que nos lleva a cometer injusticia. Para todos que quede constando esta circunstancia y advertirles que de todas maneras, el recuerdo es imperecedero y el agradecimiento de la Patria pervive en el corazón de los legionarios de la época.
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