SETIEMBRE Y OCTUBRE DE 1944 – EXILADOS NICARAGÜENSES INTENTAN PASAR LA FRONTERA Y SON EXTERMINADOS
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En esta época se preparaba en Nicaragua un movimiento para derrocar al régimen de Anastasio Somoza, y un grupo de exilados nicaragüenses, residentes en Costa Rica, dispuso trasladarse a aquel país para tomar parte en dicho movimiento y hasta cierto punto, colaborar directamente en su dirección, ya que se trataba de elementos decididos, valientes y de experiencia; entre ellos se encontraban varios importantes militares que iban a formar parte del Estado mayor revolucionario. Cerca de la media noche del 28 de setiembre de 1944 salieron estos exilados de la ciudad de San José, rumbo a la frontera norte; eran en total doce personas, siendo jefe del grupo el general Alfredo Noguera Gómez. No sabemos cómo las autoridades costarricenses se enteraron de la salida de este grupo, y dispusieron atajarlo a como hubiese lugar. En efecto, una patrulla al mando del coronel Gei los alcanzo como a las dos de la mañana entre Naranjo y Zarcero, en un punto vecino a una pequeña población llamada Llano Bonito. Allí hubo un nutrido tiroteo que duró muy poco, en que los nicaragüenses mostraron su superioridad al extremo de que se apoderaron del camión en que viajaban los del gobierno, a quienes dejaron a pie en la carretera, y se lo llevaron con sus armas y equipo hasta más allá de Ciudad Quesada, en donde lo abandonaron. Como resultado de ese encuentro hubo dos heridos por parte de los nicaragüenses y cuatro de parte del gobierno. Los rebeldes continuaron su marcha, pero el gobierno se propuso impedirles su llegada a la frontera. Aviones trataron de localizarlos, pero no lograron su objetivo porque aquellos expedicionarios se ocultaban bajo los árboles. Fuerzas nuevas salieron de San José, y en los ríos patrullaban lanchas de motor. El 1º de octubre, en el sitio de Arenal, los revolucionarios chocaron con fuerzas de policía que, aunque bien armados, eran pocas, por lo que la balacera no duró ni dos minutos, teniendo las fuerzas del gobierno que retroceder, habiendo muerto uno de sus hombres. Los rebeldes comprendieron que su situación se les hacía cada vez más difícil. La persecución se intensificaba, y el cerco se iba estrechando cada vez más. De camino se les unieron ocho personas más, entre ellas, un joven matrimonio. Así pasaron varios días, avanzando entre la selva, y el día 6 de octubre cuando se iban acercando a la hacienda de un señor Montalbán, vieron allí un grueso destacamento de soldados. Por ese motivo se devolvieron al sitio denominado San Jorge, un campamento hulero a orillas del río Sabogal. Se encontraban allí, cuando al día siguiente, 7 de octubre, poco después de mediodía, fueron atacados por fuerzas numerosas. El combate duró aproximadamente cuarenta minutos, y en esta ocasión, los rebeldes fueron despedazados. Allí murieron los generales Alfredo Noguera Gómez, Gerardo Guillen Largaespada y Simón Santos, su hijo Gilberto Santos, y Guillermo Flores junto con su esposa Angela Ruiz; gravemente herido quedó el ingeniero Chester Lacayo. Pero lo más grave de todo de este suceso fue que el ataque a los revolucionarios fue no solo de fuerzas costarricenses, sino también de fuerzas de la Guardia Nacional de Nicaragua que habían pasado la frontera y entrado al territorio nacional. Esto lo prueba el parte oficial suscrito por el mismo Anastasio Somoza, que comienza así:
Patrullas de la Guardia Nacional comandadas por el capitán Alejandro Centeno y el teniente Artola, con cooperación de fuerzas ticas al mando del excelente amigo coronel Gilberto Paniagua, empeñaron ruda acción. Después de más de media hora de encarnizada lucha, pues ya los enemigos poseían cuatro ametralladoras, bombas de mano y buena riflería, y al grito de Viva la Guardia Nacional y el general Somoza, el comandante de nuestro pelotón, cayó envuelto en su propia sangre, al disparar una bomba de mano contra la última posición enemiga, con la cual dio el triunfo definitivo a esa jornada memorable. Teniente Artola tomó inmediatamente el mando al caer el capitán Centeno y después de reconocer el campo, constató que en la acción habían quedado ocho muertos de los revolucionarios…
Parece ser que el gobierno de Costa Rica no autorizó al dictador Somoza para que pusiese tropas suyas en territorio nacional, sino que este alarmado por la llegada de aquellos valientes patriotas nicaragüenses envió a la frontera patrullas de la Guardia Nacional a detenerlos, y estas patrullas, con el beneplácito del militar costarricense coronel Paniagua se internaron en los llanos de San Carlos para exterminar a los enemigos del régimen nicaragüense. Las autoridades costarricenses detuvieron posteriormente a más de treinta ciudadanos nicaragüenses, algunos de ellos comprometidos en ese movimiento revolucionario, y todos ellos fueron sometidos a un sumario militar. Sin embargo, poco después, el presidente de la República decretó amplia amnistía a favor de todos ellos.
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