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José Figueres Ferrer: El hombre, el político, el estadista

José Figueres Ferrer

José Figueres Ferrer: El hombre, el político, el estadista

Vladimir de la Cruz
Abril 2004

(Publicado en Líderes políticos del Siglo XX en América latina. Editor Marcos Alvarez. Editorial LOM, Chile 2007, p. 261.287 y en “Semblanzas y Personajes”, Editorial ISOLMA, San José Costa Rica, 2017, p. 385-470)

Introducción

José Figueres Ferrer ha sido considerado la figura política más influyente e importante en la historia costarricense del Siglo XX.

Su presencia en el desarrollo histórico nacional marca de una manera indeleble cincuenta años, desde que irrumpe en la arena del activismo político a principios de la década de 1940 hasta su muerte, en 1990. Recoge los elementos de la época que le forman y proyecta su dimensión hasta nuestros días, y probablemente durante muchos años más.

De los políticos costarricenses es el más universal, el más conocido en el interior del país y en el exterior. Su huella se ha hecho sentir, además de Costa Rica, en Centroamérica, el Caribe, América Latina, en los Estados Unidos y en Europa.

Es un hombre que supo interpretar correctamente, con gran sentido pragmático, pero de modo dialéctico, el mundo que le tocó vivir. Al mismo tiempo, supo conjugar los elementos y condiciones que le rodearon, para adaptar y transformar esa realidad, a las necesidades de las fuerzas sociales de las cuales él se fue convirtiendo en su mejor y más genuina representación y aspiración.

Le tocó vivir un siglo agitado y conmovido. Las guerras mundiales, las crisis económicas internacionales resultantes de estas conflagraciones, la depresión de 1929, el desgarre del sistema mundial capitalista que, a finales de la primera guerra mundial, desde 1917 hasta 1990, polarizó las relaciones internacionales, en el dilema socialismo capitalismo y, luego, desde el final de la segunda guerra mundial, 1945 hasta 1989, en la lucha del sistema mundial socialista y el sistema mundial capitalista, en todas las expresiones de la llamada guerra fría, con sus múltiples escenarios, que replantearon las relaciones internacionales.

Asimismo, el significado de la descomposición del sistema mundial del colonialismo que, desde 1945, con la fundación de la ONU y la derrota del totalitarismo nazifacista, y el despliegue de las luchas nacional libertadoras en Asia y Africa, que condujeron a desarrollar una realidad internacional que pasó de una treintena de países miembros de la Liga de las Naciones, en 1919, a 52 países constituyentes de la ONU en 1945, entre ellos Costa Rica, hasta los casi 200 países que hoy forman parte de este foro mundial.

Esta particular situación hizo del siglo XX el siglo de la Libertad y la liberación de los pueblos, elementos muy presentes en el pensamiento en José Figueres desde que irrumpe a la política.

Esta época, de liberación de pueblos y liquidación del colonialismo mundial, hizo resaltar el hambre, la pobreza y la miseria, la exclusión social, étnica y de género, el analfabetismo, de los que fueron sometidos y víctimas, no fue ajena a la percepción, sentimientos y emociones de José Figueres.

Las nuevas sociedades en formación hacia estructuras democráticas de gobierno, no pudieron evitar, por necesidad local o imposición externa, inmensos gastos militares y tendencias militaristas de gobierno, fuerzas golpistas y autoritarias que en muchos de estos países se sucedieron, bajo la forma de tiranías, dictaduras y satrapías, de todo tipo, particularmente en América Latina. Pero, de modo esperanzador, con profundas dificultades, se abrieron paso las afirmaciones democráticas que acompañaron estos procesos, que en corazón y razón estuvieron en José Figueres.

Las guerras mundiales fueron, sin lugar a dudas un referente importante, y una gran preocupación, aunque poco manifiesto en sus escritos, en lo que a costos sociales y económicos significaban. Junto a la destrucción material que significaron de ciudades, pueblos, villas, en obras de infraestructura y de los factores de la producción, fue también la muerte de millones de personas, de hombres y mujeres.

La primera guerra mundial dejó 13 millones de muertos, la segunda 52, y la lucha anticolonial mundial, desde 1945 hasta finales de la década del 80, en 146 conflictos, produjo 26 millones de muertos, el doble de la primera guerra mundial y la mitad de la segunda.

De hecho, se vivía una tercera guerra mundial de la cual pocas personas tuvieron conciencia de ella. Por sus planteamientos para solucionar los problemas sociales que aquejaban a los pueblos, no solo al costarricense sino a los pueblos de los países del tercer mundo, y que estaban en lucha, José Figueres procuró, en su mensaje, atacar las causas socieconómicas y políticas del malestar social de los pueblos.

En el plano nacional le tocó vivir tres épocas, dos de ellas inevitables, formadoras e inspiradoras, y la tercera, que él impulsa y ayuda a construir y la que modela y forma radicalmente la Costa Rica a partir de 1950.

La primera marcada profundamente por el liberalismo progresista y anticlerical de finales del siglo XIX que se proyecta hasta 1939, caracterizada por la consolidación del Estado Liberal.

La segunda, la de tránsito de ese liberalismo hacia una sociedad preocupada por la cuestión social y más solidaria, donde se sientan las bases y orígenes del Estado Social de Derecho, que resulta de los movimientos políticos que surgen, entre 1919 y 1935, que cuestionan el liberalismo clásico y el Estado Liberal, y proponen reformas sociales, como fueron los partidos Socialista de Costa Rica (1920), el Reformista (1923-1934), la Alianza de Obreros, Campesinos e Intelectuales (1930) y el Partido Comunista, a partir (1931) con su expresión electoral, Bloque de Obreros y Campesinos a partir de 1934, y el Partido Socialista Costarricense (1935).

La primera etapa fue resultado de un esfuerzo nacional de construcción propia, de visión nacional de desarrollo con fuerte compromiso de los sectores productivos y empresariales en la gestación de la economía nacional. Esto se acompañó, junto a la inserción en el mercado mundial, con una visión y necesidad de apertura a las inversiones extranjeras, que durante el último tercio del siglo XIX tuvieron un marcado carácter complementario de este desarrollo, pero a partir del Siglo XX fueron una amenaza a los propios intereses económicos de los productores y de los sectores políticos nacionales.

Los ejes de inversión extranjera de este período fueron por un lado los préstamos ingleses y, por otro, la colocación directa de capital norteamericano en áreas estratégicas de la economía, que no estaban en manos de los sectores nacionales, como fueron ferrocarriles y tranvías, medios de comunicación, electricidad, ciertas actividades productivas como minería y banano.

Ambas etapas caracterizadas por una ruralización de la vida nacional, bastante polarizada en sus sectores dominantes y de trabajadores, con pocas expresiones de surgimiento de sectores o clases medias y de inicio de las manifestaciones cotidianas de la vida urbana.

La tercera, la que el proyecto político de Figueres, a partir de su gobierno de facto, durante 1948-1949, asegura, consolida y desarrolla institucionalmente haciendo válido este Estado y creando las condiciones para avanzar hacia la Costa Rica modernizante, de carácter más industrial, e incorporada de una manera más dinámica a las nuevas relaciones económicas y mercados internacionales.

José Figueres supo conjugar la experiencia de vida, de crecer y formarse en zonas rurales, vivir en la ciudad, de estudiar y trabajar en el extranjero, en los Estados Unidos, durante los años difíciles de la década del 20, y volver para trabajar y desarrollarse como empresario industrial agrícola, años en que forma su carácter y su visión del mundo, muy al margen de la vida política urbana, pero vinculado y preocupado por los problemas del desarrollo económico nacional.

Es la actividad política la que lo mete en la ciudad de un modo más permanente, aunque intermitente, pues cada vez que puede retirarse a su finca, La Lucha, a sus actividades agrícolas y al contacto social que ello significa así lo hace.

Eso le permite conocer con gran sensibilidad la idiosincracia campesina nacional, como una de las personas y políticos nacionales que mejor pudo expresarla en su lenguaje, su discurso y el modo de manifestarse.

El campo le da sencillez a su vida y sus modales, le hace austero, lo acera para el trabajo en cualquier condición. Le forma disciplina, tenacidad, perseverancia, hábitos, y le traza constantemente derroteros a modo de gran innovador y experimentador.

Le enseña a trabajar con objetivos, metas y de manera planificada. También lo forma como un soñador, un idealista, un luchador utópico en muchos sentidos.

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