Estudiante becado
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“Viví en Palmares hasta los 12 años de edad. Al terminar el sexto grado, me fui, porque no me entendía con mi padrastro. Había presentado exámenes para una beca de la Municipalidad de Palmares con la idea de ir al Instituto de Alajuela. Me dieron la beca y estuve los cinco años en Alajuela. La beca era de 45 colones por mes, para pagar comida y alojamiento. Vivía en el Barrio El Carmen. El camino de Alajuela centro a El Carmen era puro barro.
“Ahí estaba la fábrica de aceites y grasas de un migrante mexicano, Tomás Garrido Canabal, quien había sido expulsado de su país porque fundó un movimiento político en Tabasco, un movimiento muy radical, pareciera que de tendencia troskista. Fue todo un personaje de la política mexicana. En su movimiento bailaban alrededor de fogatas.
“Se vino para Costa Rica y montó una fábrica con sus hijos. Uno de ellos se llamaba Lenín. Este Lenín Garrido fue el que luego se convirtió en actor y director de teatro.
“Garrido Canabal se convirtió en uno de los pioneros del desarrollo industrial del país. Su fábrica estaba diagonal a la casa donde yo pagaba un cuartito.
“Con el correr de los años, uno de los hijos de la casa donde yo vivía, Espíritu Santo Salas, fue Ministro de Obras Públicas de don Mario Echandi.
“Antes de eso, se divorció y volvió a la casa de sus padres. Fue en ese momento que convivimos. Espíritu Santo era agrimensor. Se levantaba de madrugada para estudiar y trabajar. Él diseñó la circunvalación. Ojalá que todo ese proyecto se llamara Espíritu Santo Salas. Era una gran persona, de origen muy humilde, un hombre inteligente y batallador.
“Me gradué con puros ´dieces´ en todo. Era buen estudiante porque no tenía ninguna posibilidad de distraerme en alguna cosa. Creo que alguien se robó las notas mías, porque yo las tuve guardadas para que me creyeran.
“Todos los muchachos se peleaban por estudiar conmigo. Yo venía al centro para ir a la biblioteca, y estudiábamos de madrugada debajo de los mangos del parque. De pronto nos caía un mango. Viera qué mangazo. A la gente le gustaba estudiar conmigo, porque me gustaba mucho leer.
“Íbamos al colegio incluso los sábados. Precisamente los sábados, cuando salía a las 11 del colegio, me venía para San José en la cazadora, con la ropa sucia, y trabajaba el fin de semana en un tramo del Mercado Central.
“En el mercado, tenía mi trabajito en un tramo de don Humberto Rojas. Estaba en la esquina noroeste, en la esquina de ´El refuego´, como le decían allá por los años cuarenta. Había mucha prostituta en esa esquina. Yo trabajaba cerquita de un hotel de amor transitorio, que se llamaba ´El trébol´.
“En ese tramo en el que trabajé, vendíamos canastos para las cogidas de café, petates, sombreros de los inditos de Tabarcia, hisopos, tabaco en rama.
“Aprendí a curar tabaco. Lo curábamos con pasas y también le echábamos ciruelas. La gente lo mascaba. Gustaba mucho el tabaco que yo curaba.
“Además, me volví un gran técnico en canastos y petates, y en cigarrillos amarillos. Había gente que seguía prefiriendo la rama bien curada. Con una brocha le pasaba uno un embarrijo con clavo de olor, ciruela y pasa. La verdad es que le sabía muy rico a la gente”.
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