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Luis Alberto Monge: Un campesino cultivado

Entre artistas

“Otra persona del arte que ha sido cercana a mí fue Baeza Flores, el gran poeta chileno. Insistí en traerlo a dar clases a la escuela de formación política de Coronado. Luego, estuvo con nosotros en La Catalina, durante unos doce años. Y en mi gobierno se puso a trabajar con Armando Vargas, y nos ayudó muchísimo en el manejo de la prensa.

“Viera que me duele cómo un gran poeta como el maestro Baeza terminara en medio de la pobreza. Más de una vez me encontré con él en España y en Estados Unidos, y al final de su vida sabía que no iba a poder él solo. Lamentablemente estaba muy mal económicamente, por lo que le ayudé a comprar un apartamentito en Miami. Todavía se está pagando, pero ya falta poco.

“Y viera que tuve una relación muy divertida con el pintor Jorge Gallardo. Un día nos lo encontramos en la fuente de Ojo de Agua, y me lo presentó Daniel Oduber. Me quedé hablando con él. Ya me habían adelantado que tenía ciertos problemas psicológicos. Yo le dije que vivía en México, y me dijo que quería estudiar a Siqueiros, Orozco y Diego Rivera, los principales expositores del muralismo. Me comentó que tenía mucho interés en analizar sus obras, pero que no tenía recursos económicos. Por cortesía, le dije que ponía mi apartamento a sus órdenes.

“Pocas semanas después, me llamó, que si podía ir a quedarse en mi casa, que iba para México. Estuvo viviendo conmigo, y le vendí cuadros de él a mis amigos, la mayoría costarricenses. Me dejé uno que se llama ´Mujer con jícara y flor´. Recuerdo que le vendí uno a Gonzalo Solórzano, el famoso ´Chalito´, que era embajador allá, y que era uno de los amigos más queridos por Don Pepe. Muchos de los cuadros que vendí fue a costarricenses, con la idea de que las obras volvieran al país, pero los dueños se quedaron allá.

“Después de ese tiempo en México, esporádicamente nos vimos, hasta que Evangelina Aguiluz, la hija de Marcial Aguiluz y esposa de Hernán González, me contó un día que presentaban una retrospectiva de su obra. Ahí me lo volví a encontrar.

“Tengo una gran admiración por los artistas. Fui gran amigo de Carmencita Granados y también lo sigo siendo de Lencho Salazar. Siempre he tenido afinidad por las artes. Recuerdo que, en el año 50, estando yo en la OIT, tuve que ir a Ecuador, y aproveché para buscar a Jorge Icaza, el autor de la obra ‘Huasipungo’, una de las obras que fueron precursoras del realismo mágico, junto a otra que me gusta mucho, ‘La vorágine’, de Rivera, el colombiano. Esa vez que hablé con Icaza, quedó impresionado de que un costarricense llegara a buscarlo. Él nunca fue marxista lenninista, pero sí era socialista.

“Otro artista que ha sido cercano a mí es don Hernán González (qdDg), quien fue mi ministro de Cultura. Le agradaba mucho como yo lo presentaba: yo decía ´el escultor, el agricultor, el escritor y el ministro. Le ponía siempre de primero ‘el escultor’ y de último ‘el ministro’.

“Aquí, en la casa, tengo obras valiosas, entre ellas, cuatro pinturas de Fausto Pacheco. Una de esas obras es uno de sus pocos óleos. Fausto no pintaba óleos porque los materiales son más caros. También tengo mucho de Magda Santonastasio, gran pintora, poeta y escritora costarricense, quien vive en San Diego, California. Uno de sus cuadros está en el Museo de San Francisco. Ella es una gran mujer”.

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