Esta comedia no es divina

Sin techo y sin pan

Capítulo 48

Sin techo y sin pan

Cuando todos estuvieron en tierra, el «Tony Guilloni» se devolvió a Puntarenas y los recién desembarcados hicieron contacto y estrecharon lazos de amistad con el otro grupo de reclutas que ya estaba allí y que había arribado un par de días antes en un avión piloteado por Manuel Enrique Guerra y Simeón Acevedo, al cual se le terminó la pista antes de parar y fue a estrellarse en un potrero vecino, con la suerte de que los pasajeros sólo sufrieron algunos golpes sin que nadie se matara.

Murciélago estaba en calma, pero no había instalación alguna para albergar a los soldados. Tampoco había comida y por la tarde el hambre comenzó a apretar. Dichosamente aparecieron por los alrededores algunas gallinas y con los viejos rifles Remington que la tropa llevaba, las pobres gallinas resultaron víctimas de un horroroso gallinicidio que tuvo por objeto calmar la violencia de los jugos gástricos. Con unas piedras y un poco de leña verde que le hacía tremenda resistencia al fósforo, al fin los muslos gallináceos fueron cediendo al poder del fuego.

Federico se había encargado de pelar uno de aquellos animales y recordando ver a su madre en operaciones similares, abrió la gallina por detrás y tuvo el buen cuidado de sacarle todo el tripaje; luego la puso al asador ensartada en la baqueta del rifle y una vez cocinada la compartió con Humberto Rojas. Con el hambre que traía Humberto, presto le metió un gran mordisco a la parte delantera, con la desagradable sorpresa de que Federico había olvidado limpiar el buche y lo que le salió por ahí fue una gran cantidad de maíz y zacate. ¡Qué salado Humberto!

Bueno, al fin todos comieron algo y ya se disponían a descansar. Entre los compañeros de Federico, se encontraban dos amigos de Infancia: Guido Villalobos y Claudio Rojas, que estudiaban cirugía dental. También andaba Edgar Castro Jenkins, estudiante de la Facultad de Economía, a quien gustaba hacer parodias de las canciones populares. De aquella que decía: «Mañana por la mañana, te espero Juana en el café …», Edgar inventó: «Frijoles en el almuerzo, en la comida y en el café …», con lo que criticaba la rutina de la comida en el ejército. Como Fidel Tristán era profesor suyo, a éste también le había dedicado una parodia basada en la canción «Mona Lisa», cuya letra Edgar cambió y la cantaba así: «Fideliso el de místico bigote, nadie sabe lo que tratas de explicar, nadie sabe si son precios o comercio, nadie sabe si es un puro vacilón. Esas muecas que tú haces Fideliso, no se sabe a ciencia cierta qué serán, no se sabe si es oferta o es demanda, si es elástica o inelástica. Sólo se que tú, con tus explicaciones, has llenado mi cabeza de confusión.»

Dicen que unos meses después Edgar perdió la asignatura que daba Fidel y éste, muy acongojado, llamó a Edgar para decirle que no fuera a pensar que era por la parodia que estaba perdiendo el examen. Edgar lo tranquilizó diciéndole que él estaba consiente de haber llegado al examen mal preparado y que no se preocupara, con lo que Fidel se sintió mucho mejor. Y es que Fidel Tristán era muy buena gente.

Castro Jenkins era un «jodedor» profesional. A Enrique Obregón le decía: «Mirá, vos aquí sos si acaso una raíz cuadrada de raso», y luego se complacía en indicarles a los demás compañeros su condición de soldados rasos sin ningún mando ni categoría.

Después de cantar un poco y contar algunos chistes, cada quien fue a buscar la raíz de un árbol para que le sirviera de almohada, y con un saco de yute por cobija todos se dispusieron a dormir.

Una media hora después habían desaparecido la luna y las estrellas: comenzaba a llover.

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