Esta comedia no es divina

El doctor Carlos Luis Valverde

Capítulo 36

El doctor Carlos Luis Valverde

Simultáneamente con la sesión del 1 º de marzo en el Congreso, en los alrededores de la casa del Dr. Carlos Luis Valverde Vega, las autoridades al mando de un cubano llamado Juan José Tavío, de oscuros antecedentes, protagonizarían un drama irritante.

El gobierno ya andaba tras la pista de algunas personas que se suponía estaban comprometidas en movimientos revolucionarios. Se decía que en la casa del Dr. Valverde Vega había armas y que allí se encontraban algunas de esa personas.

Ese mismo día se habían reunido allí don Otilio y varios de sus más cercanos colaboradores para redactar una proclama llamando a la huega general, pues se daba por un hecho que los diputados anularían la elección.

Estaban en esa labor cuando entró muy asustada doña Amalia, la señora del Dr. Valverde, con la noticia de que una amiga confidencial, perteneciente a las esferas del gobierno, la ponía sobreaviso de que una tropa de policía iba para su casa, con órdenes superiores, a practicar un registro.

El Dr. Valverde, con mucha serenidad, supuso que seguramente se trataba de arrestar al Presidente Electo, y que por lo tanto, don Otilio y sus acompañantes debían salir por la puerta trasera a refugiarse en casa de don Fernando Goicoechea, que estaba ubicada en el vecindario.

Así lo hicieron todos y sólo se quedaron en la casa el Dr. Valverde, don Fernando Goicoechea y el periodista Jorge Arguedas Truque, que en ese momento venía llegando para hablar con don Otilio sobre asuntos relacionados con el Diario de Costa Rica.

Pocos minutos después se detuvieron varios carros blindados frente a la casa y allí se bajaron algunos militares, entre los cuales figuraban el Coronel Juan José Tavío y el Mayor Arquímedes Álvarez. Dijeron que traían orden de practicar un registro y que exigían que se abriera el portón de la entrada en forma inmediata.

El Dr. Valverde, muy indignado, contestó valientemente: «Esta es una casa honorable donde viven mi esposa y mis hijas, y nada tienen que hacer militares dentro de ella. Esa puerta sólo se abrirá cuando venga un juez, con una orden judicial, y me pida en nombre de la ley que lo haga.»

Ante la negativa del Dr. Valverde a abrir la puerta, Tavío ordenó a sus tropas escalar la verja para entrar a la fuerza.

El Doctor pidió a Jorge Arguedas que le llamara por teléfono al presidente Teodoro Picado para hacerlo responsable de lo que allí sucediera. Arguedas buscó rápidamente el teléfono más cercano. -Aló -decía Jorge hablando con un secretario de don Teodoro en la Casa Presidencial-. Dígale a don Teodoro que el Dr. Carlos Luis Valverde quiere hablarle.

-Don Teodoro no está.

-Yo sé que sí está -dijo Arguedas fingiendo ser el propio Dr. Valverde-. Dígale que si no manda a retirar las tropas que rodean mi casa, lo responsabilizo a él de todo lo que pase.

En eso empezaron a oírse disparos afuera y Jorge sólo acató a ponerse a salvo tirándose al piso.

Cuando los primeros policías armados intentaron saltar la verja de la casa del Doctor, les respondieron con tiros de pistola. Tavío montó en cólera y ordenó ametrallar la casa; vidrios, puertas, canoas y «repellos» de paredes caían al suelo hechos pedazos.

Al terminar la balacera, el Dr. Valverde se encontraba gravemente herido. Un rato después apareció la ambulancia de la Cruz Roja y lo trasladó al Hospital San Juan de Dios, en donde le tocó quedar postrado a la par de Andrés Borrasé, a quien las brigadas de choque calderonistas habían vapuleado y baleado dos días antes frente al Hotel Costa Rica, dejándolo al borde de la muerte.

La operación de Andrés Borrasé fue la última que hizo el Dr. Valverde junto al Dr. Jorge Vega.

Dos días después, Borrasé comenzaba a recuperar lentamente su salud gracias al bisturí prodigioso de aquellos galenos, mientras uno de ellos exhalaba el último suspiro en la misma sala de emergencias que les había servido para salvar tantas vidas.

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