Niño pobre y de campo
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Luis Alberto Monge nació en Palmares, 100 metros al Este de la Iglesia Parroquial. “Ya no existe la casa. Lo único que tengo es una pintura de ‘Chepito’ Ureña. Él se tomó el cuidado de ir a Palmares, habló con mi hermana, vio muchas fotos de la casa, y así me regaló lo único que me queda de esa casa.
“Somos seis hermanos Monge Álvarez y del segundo matrimonio de mamá, tenemos una hermana, Delia Fernández Álvarez, pero igual la gente cree que ella es Monge. Es que mamá murió y ella se crio con mis hermanas.
“Mi papá se llamó Gerardo Monge Quesada y mi mamá Elisa Álvarez Vargas. Yo casi no conocí a mi papá. Cuando él murió, yo tenía 4 años. Tengo recuerdos de él, eso sí, alguna gente se queda impresionada de todas las cosas que recuerdo.
“Él se enfermó, vino a tratarse a San José. Recuerdo cuando hicimos ese viaje. Nos fuimos por unos polvazales terribles, por una ruta de San Miguel de Naranjo
“Cuando eso, a Palmares la cazadora sólo entraba en verano. En invierno, sólo se podía ir a caballo, y se tomaba la cazadora en Naranjo.
“Recuerdo el episodio: me subía en una sillilla a asomarme por la ventana de vidrio.
“Mi papá era un hombre con muchas inquietudes cívicas e intelectuales, pero sin posibilidades de sacarlas adelante.
“Supe por mi hermana mayor que era un tipo muy querido en Palmares. Tenía un cierto liderazgo. Por mis hermanos me enteré de cosas muy curiosas. Por ejemplo, mi padre simpatizó con el Partido Reformista del Padre Jorge Volio Jiménez, el general.
“En alguna ocasión, mi padre vino a visitar a don Ricardo Jiménez y a don Cleto González Víquez para pedir como jefe de una comitiva, mejoras para el Palmares lejano y pobre.
“No tuve abuelos, cosa muy triste, porque cuando somos niños siempre necesitamos abuelos. Mis abuelos paternos se llamaron Prudencio Monge Esquivel y Custodia Quesada, de los Quesada que colonizaron Ciudad Quesada, la villa.
“Ese abuelo acumuló mucha tierra por la zona de Buenos Aires, donde ahora pasa la carretera de Puntarenas, llegando a Palmares. Decidió darle a cada uno de sus hijos un pedazo de sus fincas. Papá lo vendió y se metió a comerciante. Tuvo una pulpería en la entrada del mercado de Palmares. Éramos vecinos de don Luis Estrada Fernández, padre de todos los doctores Estrada; a 100 metros vivía don Mario Urpí, uno de los fundadores de la mata de los Urpí en Costa Rica.
“En ese negocio de mi papá se vendía pan, medicinas, jabones y ropa. Como enfermó, nos vinimos para San José. No sé exactamente qué tenía ni qué le hicieron. Aquí lo trataron los mejores médicos, se dieron cuenta que era un campesino con dinero y lo explotaron mucho.
“Le hicieron una operación quirúrgica, ya se había recuperado y en eso tuvo un fallo cardíaco.
“Mi padre murió de 45 años de edad, dejó una viuda de 28 años, con seis hijos. El negocio de él quedó en manos de los empleados, porque a mamá nunca le permitió trabajar y no sabía qué hacer. Al final, quebró el negocio.
“Entonces, vino la gran tragedia de nosotros. Caímos en pobreza. No había ingresos. El mayor tenía 12 ó 13 años. Era Gerardo, ´Lalo´, y se fue a trabajar en la construcción de la carretera a San Carlos. Eran los años de la Gran Depresión.
“Con el correr de los años, con lo que yo estudié después, me di cuenta que la quiebra del negocio no sólo fue impericia, que fue el crack mundial del 29. Por eso es que, estando yo muy chiquito, los amigos nuestros se iban de Palmares. Recuerdo el caso de la familia de Miguel Quesada, porque una cerca de piñuela era lo que nos separaba. Decían que iban para El General, en Pérez Zeledón. Fue tanta la gente que se fue para allá que fundaron otro Palmares, que ahora es distrito. Muchos eran de Esquipulas de Palmares.
“Otros se iban a la Península de Nicoya y ahí muchos de ellos llegaron a surgir, llegaron a ser finqueros.
“En un pueblo, hay más dificultades. Por ejemplo, cuando yo estaba en la escuela, no había sexto grado en Palmares, ni en Buenos Aires, que era donde mi papá tenía tierras. Iba a hacerlo a San Ramón. Iba por entre barriales. Una tía mía trabajaba en una librería que se llamaba ´La Española´, y sabía que lo que me gustaba era los libros, así que me regalaba hasta diccionarios
“Me tocó vivir parte de esa realidad de pobreza, porque soy el cuarto. El mayor es Gerardo; el segundo, Víctor Julio; entre Víctor Julio y Miriam, que es la tercera, había otro, pero no sobrevivió. Después de mí, la quinta es Carmen Lía, y luego Nautilio, ‘Tilo’, que trabajó mucho en cooperativas. Seguro mi papá leyó alguna novela donde venía un personaje con ese nombre.
“Mi padre recibía los periódicos de la época, aunque llegaban atrasados. Hay un episodio muy interesante, que demuestra que mi padre tenía una visión un poquito más avanzada: se lanzó la idea de la provincia de San Ramón, que absorbía a Zarcero, a Palmares. Un sacerdote, Bernardo Gómez, sublevó al pueblo contra la provincia. Los alajuelenses lo convirtieron en un héroe. Lo cierto es que echó a perder la provincia de San Ramón.
“En Alajuela, hay un parque que se llama Parque Palmares, en honor a los palmareños. Cuando ganaron, el Padre repartió plata para triquitraques, pero advirtió para que no les compraran a Mario Urpí, Gerardo Monge y Luis Estrada, porque habían sido traidores.
“Mi papá argumentaba que si había una cabecera de provincia a los 7 kilómetros, aunque fuera por camino viejo, seguramente iba a haber colegio, un gobernador y mayores facilidades. Él estaba seguro de que Palmares se iba a favorecer.
“De esa lucha es que nació mucho clavo entre la gente de San Ramón y la gente de Palmares, pero sirve para ver cómo mi padre estaba por encima de las típicas pugnas entre los pueblos vecinos”.
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