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Luis Alberto Monge
Un campesino cultivado
Camilo Rodríguez Chaverri
Un día que fui a entrevistar a don Luis Alberto Monge, le llevé como obsequio tres libros míos de poemas y uno de cuentos.
Como quince días después, lo entrevisté en una emisora. Antes de iniciar, sacó mis libros. Tenía unos cuantos poemas subrayados y otros marcados. Me mostró un poema, cerró el libro y me lo dijo de memoria…
Es un hombre de detalles, y se hace amigo de uno siempre. Sabe ganarse a la gente. Es dulce y simpático por naturaleza, afable y muy ameno. Tengo un mar por horizonte, y me cuesta escoger el punto del paisaje en que detendré mis ojos.
He tenido diez sesiones de trabajo con el expresidente Luis Alberto Monge y me toca comprimir en treinta cuartillas una vida entera llena de proyectos, ilusiones, batallas y victorias.
En medio de un centenar de fotografías y otro centenar de platones, el ex presidente se ha tomado el tiempo necesario para ir desgranando su vida. Se sienta en un trono de madera, con unos mangos para las manos que parecen un par de serpientes con cabezas de felino.
Atrás, un escudo de Costa Rica en paño tricolor, en medio de todo tipo de recuerdos, galardones y reconocimientos que cuelgan casi en todas las paredes de esta casa.
Se toma el tiempo necesario para hablar de la vida, de los artistas que lo han impactado, de lo que vivió en la política y en la vida pública.
Varias veces almorzamos con Chavelita, su recepcionista, y Viria, su asistente. Después de largas tertulias, pasamos a la sala de mimbre, al frente de una piscina que ya casi es virgen de nuevo.
En los corredores exteriores, hay decenas de decenas de pinturas, cuatro obras de Fausto Pacheco, una de Amighetti y todas las obras pictóricas que le han regalado. Se conservan bien, como milagrosamente, como si Don Luis Alberto las pusiera ahí para que puedan mirar el agua y nutrirnos…
Cinco tardes enteras estuvimos en la casa de don Luis Alberto Monge para esta entrevista. Almorzamos con él, con Viria, con quienes integran su pequeño grupo de trabajo y se han ido convirtiendo en su núcleo familiar.
Don Luis Alberto fue paciente, entretenido y gozó mucho recordando su vida, su paso por la función pública, su historia llena de anécdotas e interrogantes.
Habla de su niñez en Palmares, de su paso por el Instituto de Alajuela y por el Mercado Central, donde trabajó y fundó un sindicato; de su amistad con Rodrigo Facio y el Padre Benjamín Núñez; de la influencia de Haya de la Torre en su vida; de Don Pepe y Oduber; de su gobierno, en medio de la aguda crisis, y finalmente de Óscar Arias, José María Figueres y Abel Pacheco.
El texto es pausado y distendido, como don Luis Alberto, quien nos sirvió un té verde, nos contó de su amistad con Mario Moreno, ‘Cantinflas’, y hasta de sus últimos encuentros con Don Pepe. No todo cabe en estas cuartillas, y el resumen en estos casos siempre huele a sangre, a cuchillo que corta un poema, pero he aquí un extracto de nuestro encuentro.
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